El coste de la energía está siendo noticia en estas últimas semanas no precisamente de forma positiva. Adicionalmente la demanda de energía ha crecido a lo largo del año en más de un 3% respecto a valores de 2020.
Desde luego, no son buenas noticias.
Coste de la energía
Por un lado, nos afecta al bolsillo de todos de forma significativa y especialmente para los consumidores que estén en el mercado regulado (PVPC).
Según datos recientes del Ministerio de Transición Ecológica en 2021 pagaremos un 25% más que el año pasado en el recibo de la luz, básicamente por el incremento del precio del gas y de los derechos de emisión de CO2. Esto es así, a pesar de la reducción a principios de verano del IVA del 21% al 10%.
Es cierto que las comparaciones con el 2020 no deberían ser razonables (el año pasado el precio de la energía fue anormalmente bajo), ni para el consumo energético ni para muchos otros indicadores de gestión. Y hay indicios de que el gobierno está trabajando en intentar mejorar el sistema que se utiliza para definir el precio de la energía. La solución no llegará a corto plazo, pero la factura de la luz seguirá llegando todos los meses. ¡Muchos ánimos a todos!
Para la industria y los servicios, sujetos en mayor medida al mercado libre, el precio se pacta periódicamente con la comercializadora y en principio, no está tan sujeto a las afectaciones de estas oscilaciones. Razonablemente, si la subida de las tarifas continúa, cuando los contratos se actualicen también se verán afectados por este incremento en el coste de la energía. O sea, que ya sabemos cómo va a acabar.
La industria en España tiene un coste energético de los más caros en Europa, tanto para electricidad como para gas. Esto nos hace ser menos competitivos. La actual situación añade más leña al fuego.
Como en tantas otras ocasiones, tampoco se trata de algo exclusivo de España. Europa está en la misma situación.
Incremento de la demanda energética
Por otro lado, el incremento de la demanda de la energía es una de las situaciones que ponen en peligro el cumplimiento de los compromisos en cuanto a descarbonización de la economía y neutralidad climática para 2050. España, junto con la Unión Europea, es uno de los firmantes del acuerdo climático de París de 2015, para el que nos comprometimos a ciertos límites vinculantes de nuestras emisiones de CO2.
Incrementar de nuevo el consumo energético en 2021 nos relega en el cumplimiento de estos compromisos, ya de por sí muy autoexigentes, pero a la vez necesarios. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones (artículo).
Nuevas tecnologías (hidrógeno verde, almacenamiento de CO2, etc), hacer más eficientes las que tenemos, asegurar un almacenamiento económico de la energía producida, … Si no avanzamos en estos sistemas vamos a seguir dependiendo de las fuentes convencionales de energía, especialmente en los momentos de alta demanda. Y serán éstas las que marcarán los precios energéticos, con lo que vuelta a empezar.
Algunas iniciativas que nos pueden ayudar a dar respuesta a estos problemas, con un trasfondo de ahorro económico siempre presente, es ser pioneros en la participación en proyectos que desarrollen y potencien estas nuevas tecnologías, así como aplicar sistemas de gestión certificables en las organizaciones, como la ISO 50001 de eficiencia energética o la ISO 14064 y/o ISO 14067 para el cálculo, compensación y/o reducción de la huella de carbono.
Directora de Consultoria. Zona Noreste.
Especialista en energía y sostenibilidad