Según datos de las Naciones Unidas en 1950 la población mundial se situaba en 2.600 millones de personas, que pasaron a ser 7.300 millones a mediados de 2015. Este aumento de población trajo consigo un incremento de los procesos productivos, lo que movilizó la economía, y provocó un aumento exponencial de los residuos generados, en concreto de los residuos plásticos.
Se estima que en 2015 se generaron aproximadamente unas 6.300 toneladas de residuos plásticos (https://advances.sciencemag.org/content/3/7/e1700782), lo que supone que cada habitante generó en 863 kilos solo de residuos plásticos.
De estos residuos plásticos solo el 9% fueron reciclados, un 12 % incinerados y un alarmante 79% fueron depositados en vertedero.
Y estamos hablando sólo de residuos plásticos.
La Comunidad Europea genera aproximadamente 2.000 millones de toneladas de residuos al año, de los cuales más de 40 millones de toneladas son residuos peligrosos, siendo la agricultura, las actividades mineras y las zonas urbanas las principales fuentes de generación de residuos.
La mayor parte de los residuos urbanos se eliminan en vertederos, pese a que en la actualidad algunos países europeos aplican cánones de vertido.
La jerarquía de gestión de la Unión Europea recoge que las opciones medioambientalmente más favorables son la prevención, la reutilización y el reciclaje, siendo las más dañinas la incineración y la eliminación a través de vertederos.
Gracias a los procesos de reciclado podemos reducir el volumen de residuos destinados a vertedero y podemos disminuir el consumo de materias primas. Ninguna de las dos soluciones para la eliminación de residuos (incineración y vertedero) son soluciones perfectas, y pueden tener efectos adversos para el medio ambiente y la salud, por lo que una reducción del volumen de residuos generados se empieza a plantear como la mejor opción.
La producción de residuos tiene que reducirse, y cuando sea posible evitarse, y aquellos residuos que se eliminen deben hacerse lo más cerca de su origen, para intentar reducir las emisiones difusas por tráfico rodado en el transporte de los mismos hasta el lugar de tratamiento.
Debemos invertir en técnicas y productos que reduzcan la generación de residuos, de tal manera que se disminuya el impacto ambiental a lo largo de su vida útil y después de esta.
SITUACIÓN ACTUAL EN ESPAÑA
Se calcula que más de la mitad de los residuos en España acaban en vertedero, un 30% se recicla y un 10% se termina incinerando, lo cual está bastante alejado del 50% de reciclaje que exige la Unión Europea para su objetivo en 2020.
¿SOLUCIÓN? ECONOMÍA CIRCULAR – RESIDUO CERO
Este problema podría evitarse en parte mediante la reintroducción de los residuos en algún proceso productivo, haciendo que se conviertan en materia prima y alargando así su cadena de valor.
Un ejemplo de esto puede ser la utilización de los residuos de compuestos de azufre que se obtienen en las centrales térmicas como materia prima en la fabricación de productos para la construcción.
Y como éste, encontramos multitud de ejemplos que pueden suponer una ventaja en muchos aspectos:
- El productor del residuo obtiene una rentabilidad de esos residuos al ponerlos en el mercado.
- El gestor del residuo obtiene una materia prima más barata para introducir en su proceso productivo.
- Se reduce la cantidad de residuos enviados a vertedero, evitando así todas las consecuencias medioambientales derivadas de ello, como, por ejemplo, la contaminación de suelo y aguas subterráneas, la generación de lixiviados que vayan a aguas superficiales circundantes, provocando emisiones de gases de efecto invernadero o afecciones a especies protegidas, y un largo etcétera que debemos frenar.
Está en mano de todos colaborar para hacer más eficiente nuestra economía y la gestión de nuestros residuos.
INNOVAR, CERRAR EL CÍRCULO, AHORRAR COSTES Y ADEMÁS OBTENER BENEFICIO.