Durante la guerra fría surgió una teoría: Un agente, en el lugar adecuado, en el momento correcto, y con las habilidades necesarias, es más efectivo que todo un ejército.
Esa frase sintetiza una de las máximas de cualquier empresa que planee ser exitosa; conseguir el mayor beneficio posible utilizando el menor número de recursos. De una forma evidente, podemos deducir dos de los elementos principales, la información y la evaluación del riesgo.
Como animales sociales y políticos, el lenguaje no solo nos configura físicamente, sino que también determina nuestra percepción e interacción con la realidad. El lenguaje ha evolucionado tanto en forma como en medio desde ser humano primitivo hasta la actualidad. No es una imagen extraña ver como un niño pequeño es capaz de moverse con soltura a través de vídeos relacionados de Youtube desde el Smart TV de su casa, o ver a una criatura cuyo vocabulario todavía se reduce a berridos ininteligibles quedarse absorto en la pantalla del teléfono o tableta de sus padres. Porque es la digitalización, la transformación del contenido analógico en contenido digital, el elemento definidor de una nueva Era que está dando sus primeros pasos, que desde hace varias décadas nos está transportando a una nueva realidad, que no es mejor ni peor, simplemente diferente. Una nueva realidad acorde a una nueva generación, la conocida como Generación Z; la generación de la multipantalla, del acceso ilimitado a información, y de la comunicación a tiempo real con cualquier persona del globo terráqueo sin importar la distancia.
Siempre estamos conectados. Vivimos en una época en la que generamos un volumen de información netamente superior a nuestra capacidad para procesarla. Somos máquinas generadoras de datos. Centrémonos en un único sujeto. Un sujeto que utiliza una aplicación para saber cuántos kilómetros ha corrido, o cuantas calorías ha quemado e ingerido. Un sujeto que tiene su teléfono enlazado al coche, de forma que automáticamente le recomienda el trayecto que más le beneficia conforme arranca el motor. Un sujeto que utiliza un par de horas diarias para navegar por la red, Facebook, Instagram, Marca, tiendas online, etc. Todo lo que hacemos, vemos o sentimos es susceptible de ser cuantificado y almacenado en bibliotecas digitales. Esos datos, que por sí solos tienen un valor nulo, si los extrapolamos a un volumen suficiente, pueden resultar tremendamente valiosos. Este volumen masivo de datos es lo que llamamos BIG DATA.
Un ejemplo evidente es el deporte. De unos años a esta parte, el deporte europeo se ha ido nutriendo de una característica propia del deporte estadounidense, el valor añadido de las estadísticas. Se utilizan estadísticas de todo tipo para evaluar no solo al propio equipo, sino también al contrario. Utilicemos el fútbol como ejemplo. Con una muestra suficiente, y contando con el factor humano, las estadísticas y el análisis de datos le sirven a los equipos profesionales para encarar el encuentro de la mejor manera posible. Es más fácil diseñar una defensa si sabes que un equipo realiza el mayor número de sus ataques por un costado. Es diferente planear una presión para un equipo con tendencia a sacar el balón jugado, que para uno más proclive a buscar el desplazamiento en largo. Ahora se utilizan mapas de acción para determinar la influencia de un determinado jugador en las diferentes zonas del campo. Pero trasladémonos a un campo totalmente diferente para ver la importancia del Big Data. Amazon, el gigante de la venta online. Amazon emplea un sistema de compra cruzada. ¿Qué es esto? Amazon tiene millones de usuarios en el mundo, cuyas compras quedan guardas en un banco de datos. Amazon utiliza esos datos históricos de compra de sus clientes y los clicksteams para determinar y mostrar a los usuarios los productos en los que podría estar interesado.
Pero nada es tan sencillo. Para utilizar de forma útil toda esa información, se requiere la creación y desarrollo de herramientas en consonancia con está titánica tarea. Herramientas destinadas a ser la pieza angular del mercado actual, un mercado con un margen de beneficio muy reducido, que solicita del ingenio y del aprovechamiento de las nuevas tecnologías para limitar los riesgos, para en definitiva, ser competitivos. Saber qué podemos hacer con esta ingente cantidad de datos, y qué conocimiento podemos obtener de ellos, puede ayudarnos a comprender la dirección en la que se mueve el mercado.
Por supuesto, la siempre reticente al cambio Ingeniería Civil no ha podido eximirse de esta revolución social. El Big Data y sus posibilidades se ha hecho un hueco en varias facetas que un Ingeniero Civil debe conocer: Gestión portuaria, Tráfico, Seguridad vial, y por supuesto, logística y planificación. Porque ahora vivimos en un mercado marcado por la interprofesionalidad, que reclama profesionales completos y con capacidad para adaptarse a un mundo que cambia a una velocidad de vértigo, por lo que un ingeniero ya no puede ser exclusivamente un ingeniero. Y sin dudarlo, el campo más excitante que se acaba de abrir para los ingenieros civiles con la digitalización y el Big Data es el de las Smart Cities.
Las previsiones indican que para el año 2050 la población urbana será de aproximadamente 6000 millones de habitantes. Este dato grita a los cuatro vientos una cosa, congestión. Aglomeraciones extenuantes de personas dignas de una ciudad distópica, el sueño húmedo de varios escritores de ciencia ficción de los años 60. Este nivel de congestión necesita de un modelo predictivo que nos permita actuar a tiempo real para resolver los problemas de forma que podamos satisfacer la demanda ciudadana. Aquí es donde entran las Smart Cities, ciudades inteligentes, vivas, que aprenden de sus habitantes.
Este ejemplo, extraído de una entrevista que concedió Rand Hindi (fundador de Snips), nos sirve para arrojar luz al concepto de las ciudades inteligentes: Vamos al trabajo en metro por la mañana. Los trenes salen de cabecera cada tres minutos. El tren que efectúa la entrada en la estación no tiene ningún asiento libre, pero nuestro teléfono nos alerta de que el siguiente tren, que pasará en tres minutos, tiene varias plazas libres. ¿No sería ideal tener esa elección? Es más, ¿puede esa elección servirnos para allanar las horas punta?
La creación de una Smart City se fundamenta en tres tipos de profesionales: Matemático/Estadístico, Computacional, y el experto en los problemas que puedan surgir. El Ingeniero Civil debe aspirar a ocupar está última posición, la del profesional capaz entender los problemas que puedan surgir, y de proporcionar las mejores soluciones. Movilidad urbana, gestión del agua, eficiencia energética,… estos son solo unas pocas materias de las que se compone el funcionamiento de una ciudad, materias sobre las que un ingeniero debe estar versado.
La figura del ingeniero civil se erige como una pieza crucial dentro del concepto de Smart City debido a la rapidez de actuación. Porque las Smart Cities requieren un modelo predictivo que no esté limitado a la estadística histórica, requieren del llamado modelo contextual, que se nutre de referencias cruzadas entre flujos de población, datos de uso de infraestructuras, comportamientos históricos, y datos contextuales como el clima o la localización de los comercios. En este contexto, es necesaria la presencia de un profesional que entienda lo que está sucediendo desde un punto de vista técnico, la presencia de un ingeniero civil.
Y hablando de digitalización e ingeniería civil, no podemos pasar por alto la herramienta que mejor ejemplifica esta relación, BIM (Building Information Modeling). ¿Qué es BIM? La definición que la propia comisión de BIM en España, esBIM, nos facilita es la siguiente: BIM es una metodología de trabajo colaborativa de proyectos de obra civil a través de una maqueta digital.
Con BIM nos volvemos a encontrar con un aspecto que define el mercado actual, la interprofesionalidad. Pero también con los pilares de la digitalización, la información y la eliminación de riesgos. Con BIM obtenemos una visión global e integral a tiempo real de una infraestructura que nos permite detectar problemas y resolver incidencias desde el estado 0.
Si la implantación de BIM en nuestra forma de trabajar va a ser absoluta, es una incógnita, pero según la hoja de ruta de la Comisión de BIM en España todo parece indicar que sí, porque para julio del año 2019 su uso en licitaciones públicas de edificación e infraestructuras será obligatorio.
En definitiva, la digitalización no es una opción, es una transformación social, y la Ingeniería Civil está obligada a adaptarse a los nuevos tiempos que corren.