Seguramente tienen ustedes noticias de la tremenda explosión del edificio de servicios y viviendas de la Iglesia de la Virgen de La Paloma de Madrid. En los primeros 60 yo jugaba en su antecesor, un humilde edificio de ladrillo de dos plantas mientras mi madre iba a misa los sábados por la tarde. Mis padres se casaron en esa iglesia porque era la parroquia de mis abuelos que vivían enfrente. Hoy supongo que los cristales de los balcones del tercer piso han estallado, ese balcón, el derecho, que siempre conservó la poco fina reparación, evidente, del impacto del proyectil de obús que en el 38 entró deformando el hierro, sin explotar, y aterrizando bajo la cuna donde dormía la que sería mi madre, con sus pocos meses de vida. Lo descubrieron un buen rato después, al mover la cuna.
La Paloma, la Virgen de la Paloma, que antes que verbena es procesión, fue la primera iglesia que yo pisé (pertenezco a la generación que se bautizaba en los hospitales nada más nacer, evidentemente sin banquetes ni regalos ni juegas varias, ni iglesia, a lo sumo capillita) Entenderán mi desazón por el suceso y, en especial, por las muertes. No conozco ya a nadie por allí por que han pasado muchos años, pero lo siento como propio. He visto unas cuantas veces a los bomberos del parque de Puerta Toledo bajar el cuadro de la Virgen y he pasado muchas tardes viendo, desde los balcones, las salidas y entradas ruidosas de los camiones rojos, siempre brillantes. De hecho hablamos de la Patrona de loa bomberos, al menos en Madrid.
No voy a criticar, Dios me libre, ni a fallecidos ni a nadie, pero no puedo menos que volver a analizar que cultura de seguridad tenemos en España. Decía la madre de mi madre, la abuela Doro, que el “infierno está lleno de buenas intenciones” y por desgracia tenía razón.
No voy a realizar un análisis técnico de la cuestión de la explosión por dos enormes motivos: no sé y no tengo datos.
Pero sí voy a hacer un análisis rápido de comportamientos en la medida que se nos han dado a conocer, desde el punto de vista de la cultura de la seguridad. Repito, insisto, no es juzgar, han muerto cuatro personas, dos pasaban por la calle, no hay nada que hacer, es pura y simple mala suerte y dos mas han muerto tratando de ayudar a los demás, a su parroquia.
El gas es una fuente de energía eficiente, abundante (gracias en parte al proyecto de Unión Fenosa Gas y a la apuesta por traer gas egipcio en barcos gaseros para reducir la dependencia del gas argelino) y segura, pero puede explotar, es verdad.
No hace falta ser inspector del gas: si huele a gas, si la caldera falla, abre las ventanas, no toques nada y llama a tu compañía.
Mi experiencia personal me lo recomienda: 23:00 h de un día de invierno, cierto olor a gas en mi cocina (en donde está el contador), abrimos ventanas, llamada a Naturgy, a las 23:45 h un técnico llega a mi casa, cambia el contador y problema acabado sobre las 00:15 h. Ya está.
Reflexiones:
- Por favor, no ayudes, pide ayuda si no eres profesional.
- No ahorres, paga a los técnicos que saben, en este caso las empresas acreditadas para ello. Hay ahorros muy caros.
- Piensa dos veces antes de hacer o tocar nada. Por ejemplo: no toque un cable sin desconectar la alimentación eléctrica en el “contador” de casa.
- No camines sobre suelos mojados. La rotura de cadera es especialmente famosa entre los fabricantes de yeso.
¿Qué tienen en común los sencillos ejemplos anteriores? El pensar antes de hacer, el valorar qué puede salir mal, el analizar con mentalidad de gestión de riesgos.
¿Qué esa mentalidad?
- Primero piensa y luego actúa.
- Balancea riesgo y beneficio
- Busca reducir el riesgo, no trates de eliminarlo, es imposible
- Buscar a quien sabe y hacerle trabajar a tu lado
Lamentablemente seguimos viendo, no solo en los ciudadanos, sino también en las autoridades (¿) comportamientos alejados de la gestión del riesgo.
En unos casos por no analizar riesgos y actuar sin pensar y en otros, en este caso sobre todo las autoridades (sic) por actuar bloqueando la acción, prohibiendo, pero sin tomar medidas, es decir, eliminando la actividad (como el cierre de los parques de Madrid después de la nevada) y en otros por tomar medidas que no se relacionan con las causas, porque, sencillamente, no se conocen, o peor aun, se hacer por ignorar, las causas.
La cultura de la seguridad no se enseña, pero se aprende. Peatón, si vas a cruzar un semáforo en rojo porque parece no pasa nadie y hay unos padres esperando pacientemente con su hijo al paisano verde, se pedagógico y espérate con ellos. Estas educando en la cultura de la seguridad a un niño. ¿Te parece poco? Y además es una forma segura de que no te aplaste ese coche eléctrico que ni ves ni oyes….
¿Qué es una cultura? (de lo que sea, seguridad, de empresa, etc. ), un componente educativo que siembra en el alma y cerebro de las personas un instinto, intuitivo pero racional, que les dice en cada momento qué puede estar bien y qué puede estar mal. Una cultura ahora escribir procedimientos. Una cultura no se enseña, como hemos dicho, se aprende de la tribu, viviendo y viendo a los mayores, los que mas saben. Los hombres de las cavernas eran mucho más listos que algunos de nuestros compatriotas.
Serafín Carballo es director de la división de Consultoría de Prysma.
Es Doctor en Microbiología Aplicada, MBA y scrum master. Profesor de Biotecnología desde hace más de 20 años en la Universidad Complutense, también es el profesor titular de los Talleres de Protocolos ANTICOVID e ISO 45005 de AENOR.
Es uno de nuestros expertos en gestión de riesgos.