Los animales marcan sus territorios con heces y orina (bueno también con otros aromas de origen endocrino) que permiten a otros animales reconocer un territorio. Los biólogos de bota hablan de esas cagaditas, por ejemplo, cuando al pie de un árbol encuentran esas heces con cranecillos de pajarillos y ratones que evidencian que en algún momento un búho había pasado un rato en esa copa.
El año 2020 nos deja sus cagaditas, y sus marronazos, su cucho astur, con un exceso de mortalidad de unas 50.000 personas; eso ya va a hacer este año muy fácilmente reconocible (aunque la LOGSE hace milagros amnésicos)
Fuera parte de estas grandes cosas, de estas grandes tragedias, este año nos deja otras huellas, seguramente menos palpables.
Nos deja el teletrabajo, que no era nuevo, pero que no estaba extendido. El presentismo en las empresas, en especial en las más viejas (de espíritu) ha recibido una estocada casi mortal. La resistencia de aquellos trabajadores que pudiendo teletrabajar, al menos una buena parte de sus jornadas, son obligados a ir a calentar sillas, se ha disparado. Nada será igual ya.
Nos deja la gestión del riesgo como reducción de la incertidumbre que ISO repite machaconamente. No hay seguridad absoluta compatible con la vida real. Tenemos que gestionar, prever, corregir y medir riesgos. Necesitamos planes de continuidad de negocio y planes de emergencia. Nada será igual ya.
Nos deja la incapacidad de la función pública para responder con agilidad y eficiencia a las crisis, por lo menos en España. Los futuros gobiernos habrán aprendido, esperemos, a usar todo lo que vale para paliar una crisis. Si compra de las mascarillas se las hubiera encargado en marzo a INDITEX o al CORTE INGLES, que conocen los mercados asiáticos, no nos habrían timado. Nada será igual ya.
Nos deja la importancia del consumo, del consumo racional, responsable, circular, sostenible, pero consumo. La cadena de valor debe de ser cebada. Debemos superar, de una puñetera vez, la noticia falsa, el falso axioma de ahorrar y no consumir; no, no se trata de ir como locos por la vida, sin prudencia, se trata de entender que mis ahorros innecesarios, son la ruina de mi vecino, que Franco quería que ahorrase el país, que los emigrantes mandaran remesas desde Alemania, para por la puerta de atrás sacar ese dinero para la transformación de los 60 y 70 (que salió económicamente bien de casualidad) Es la izquierda divine la que ahora coge la pancarta franquista contra el consumo, contra nuestro consumo, no contra el suyo (Fíjese en los “pisitos” de estos anti consumo cuando su vanidad les lleva al papel cuché). Nada será igual ya.
Nos deja una muy negra perspectiva en el empleo juvenil, con una población joven con pocas opciones, por una mezcla de pocas oportunidades y un alma narcotizada por unos padres insulsos, a lo que se suman otros muchos factores que, al parecer, escapan a las autoridades como asincronía entre universidad – empresas, baja productividad nacional, ausencia de una estrategia nacional de promoción y contra – promoción de determinados estudios (en españa hay 62 facultades de derecho y 53 de biología….), bajo reconocimiento social de los empresarios, pocos empresarios, demasiados negociantes, una sociedad low cost, una sociedad obsesionada con jubilarse, unas familias ultra protectoras, traslación de la responsabilidad de la persona al estado, abandono de la cultura del esfuerzo, negar el cambio, negar la realidad, negar la incertidumbre, etc (¿Les parece poco?). Estadísticamente son un problema, pero aquel que sea capaz de tirar p´adelante, sin esnifar consejos para huir del esfuerzo y la excelencia, lo va a conseguir, seguro que lo va a conseguir, pero se hará muy impopular. Nada será igual ya.
Nos deja muy tocadas a las personas mayores, en un país cada vez más envejecido. Si seguimos teniendo una cuenta pendiente con las pensiones, se abre otra sobre la calidad y la seguridad y, por supuesto, el cariño que debemos a nuestros mayores. Nada será igual ya.
Nos deja inseguridad ante el futuro. La solidez de la vida occidental, siempre un lujo al lado de la no vida de los países más pobres se ha mostrado quebradiza como un espejo que estalla en mil pedazos. No somos invencibles y solo hay una respuesta: resiliencia y adaptación a la incertidumbre. Nada será igual ya.
Nos deja la necesidad de la investigación y desarrollo como una constante para la humanidad. Una I+D+i que se ha mostrado altamente eficiente en la empresa privada ¿Los estados habrían sido capaces de poner vacunas en el mercado en apenas 9 meses? Me temo que no. Lógicamente esta iniciativa debe de ser protegida. La petición de 100 países de suprimir las patentes de las vacunas puede sonar muy bonito, caritativo, pero es sencillamente robar a quien ha invertido miles de millones en desarrollo (solo Pfizer más de 600 MM de US $ de los 12.000 MM US $ en que se valora la inversión mundial). Si hacemos caso a esos países (India con 140 cabezas nucleares, Sudáfrica y su récord de violaciones, Cuba, Venezuela, etc.) ¿Quién gastará un euro en una nueva vacuna la próxima vez? Como tantas otras veces tras iniciativas como estas, no hay un deseo de reparto de la riqueza, sino un deseo de extensión de la miseria. La investigación en nuevos medicamentos sigue siendo un reto mundial, que no puede parar por gobiernos incompetentes que matan a sus ciudadanos de hambre, sed y enfermedades mientras gastan en armamento, guerras, lujos para los dirigentes y despilfarran los recursos. Por cierto, podíamos pedir que algunos de ellos regalaran el petróleo o el gas ¿No? Nada será igual ya
Y bueno nos deja a nosotros, los supervivientes y nuestros vacíos, que solo el tiempo llenará, pero nunca del todo. Solo nos queda saber si hemos aprendido algo o no y en este sentido soy poco optimista. Nuestra narcotizada sociedad no reacciona ni ante una situación así.
Esperemos que en el 2021 se abran nuestras cabezas y nuestros corazones y seamos más personas, que falta hace.
Serafín Carballo